Entrevista a Francisco Larrea, el mayor empresario de Moralzarzal, pero sobre todo, una persona muy querida en nuestra localidad: “Me gusta crear y voy a seguir haciendo cosas, del tipo que sea, y si puedo aquí, en Moralzarzal”.
Hacemos esta entrevista en el flamante restaurante de la familia, Barrenola, justo el día en que abría suspuertas su recien estrenada gasolinera y a mi, que le conozco desde siempre y me he pasado media vida en sus autobuses, me llega una sensación positiva de nostalgia.
JF. ¿Cómo recuerdas tus inicios?
P. Llevo 56 años en Moral, empecé con mi madre y mis hermanos. Compramos la línea a Julio Álvarez, que se la había comprado a Castor. La línea se validó en 1964, en 1968 o 69 mi suegro, Vicente López, compró la linea, todavía no me había casado con Marife -y aquí paramos un momento para que recupere la voz- y ya en 1982 empezamos con Fco. Larrea ¡Cuántas generaciones de Moralzarzal habré llevado de excursión con el colegio, con don Paco, con don Manuel…!
JF. ¿Cómo era Moralzarzal entonces?
P. Era muy pequeñito, todas las calles de arena, la carretera a Villaba con las hileras chopos en las cunetas, los autobuses con rueda sencilla atrás. Sólo teníamos un servico al día. Iba a Madrid a las 7 de la mañana y volvía a las 7 de la tarde. Enseguida aumenté de 1 a 4 servicios al día y luego nos encontramos con la oposición de la competencia, que no nos dejaba coger viajeros en Villalba, en Jabonería -lo que es ahora el Zoco-. Estuvimos muchos años de pleito y afortunadamente lo ganamos en el Supremo, si no, nada hubiera sido lo que es y Moralzarzal se hubiera quedado aislado por muchos años.
«Llevo más de 12 millones de kilómetros en el cuerpo».
JF. Ha sido un largo camino…
P. Yo aposté por mi pueblo, Moralzarzal, y siempre he luchado por fomentar más viajes, mejores coches y más servicios. Ha supuesto mucho trabajo, no conocía ni domingos, ni festivos. Yo conducía y arreglaba los coches en la plaza, o si iba a tardar más, en la calle de la Iglesia. Recuerdo una noche muy fría hasta las cinco de la mañana arreglando los frenos del autobús, acompañado de una botella de coñac, una lona y un brasero. Mi mujer, Marife, hacía de cobradora y la oficina la llevaba yo hasta que incorporamos a Aurora, que todavía sigue con nosotros. Llevo más de 12 millones de kilómetros en el cuerpo.
La anécdota con el príncipe, ahora Felipe VI
JF. ¿Es verdad que el rey Felipe VI empujó uno de tus autobuses?
P. Es una anécdota graciosa. Llevé a sus compañeros del Colegio Rosales a Lisboa a un acto en el que estaban su padre, entonces rey, y su abuelo. En Portugal Felipe venía con sus compañeros en el autobús y al finalizar un acto, el autobús no arrancaba, así que los chicos dieron un empujón y todo solucionado. Todavía recuerdo la cara del rey cuando pasó en su coche oficial junto a nosotros. Pero es que de regreso, una china rompió la luna delantera y me cayó encima. Aquello se llenó de policía, guardia civil, un helicóptero, no sabía que íbamos tan vigilados. Lo curioso es que aquellos autobuses llevaban una luna enrollable de repuesto, me curaron los cortes, me ayudaron a colocar la luna y así llegamos a Madrid.
JF. Anécdotas con las excursiones de Moral tendrás muchísimas.
P. Hacíamos viajes en los que todos los que íbamos éramos amigos, era una juerga. Sabíamos el destino, pero luego cambiábamos el itinerario entre todos o nos quedábamos más tiempo. Ahora es imposible, bueno, bueno…
«Si pinchabas una rueda, la gente esperaba en la cuneta el tiempo que fuera a que lo arreglaras».
JF. ¿Qué te gustaba de tus inicios y qué te gusta del momento actual?
P. Son momentos muy distintos en todo. Aquellos coches sin calefacción circulando entre nieve y hielo, porque yo no me quedaba nunca, el servicio había que hacerlo. Si pinchabas una rueda, la gente esperaba en la cuneta el tiempo que fuera a que lo arreglaras. Ahora enseguida llega un coche de sustitución, el material, las carreteras, la seguridad, los autobuses, la capacidad que tenemos ahora para adquirir nuevos vehículos… todo ha cambiado mucho.
«Hay momentos en los que tenemos más frecuencia que el Metro de Madrid».
JF. ¿Qué momento vive hoy la empresa Francisco Larrea?
P. Somos una empresa familiar en la que están mis tres hijos, Francisco, Gabriel y Sergio y la situación actual es boyante, aunque con mucho cuidado, porque si te desvías te cuesta dinero. Tenemos 70 vehículos, 140 empleados -siempre ha sido una prioridad contratar gente de Moralzarzal-, hacemos 170 servicios diarios a Madrid y movemos al día más de 17.000 viajeros. Hay momentos en los que tenemos más frecuencia que el Metro de Madrid. Me gusta presumir de que tenemos los mejores coches, en líneas regulares, de la Comunidad de Madrid y todavía voy a recepcionar cada vehículo nuevo. Tenemos las instalaciones del Polígono de Capellanía y las del Polígono 5 de Villalba, donde están las oficinas.
«A mi me gusta crear, voy a seguir haciendo cosas».
JF. Y ahora emprendes en nuevas áreas de negocio.
P. La idea de la gasolinera siempre la he tenido y tenía ganas de tener “un vasquito”. Vimos que se vendía la parcela y en tres días lo pusimos todo en marcha. El 20 de septiembre se inauguró el restaurante y hoy -15 de noviembre- hemos abierto la gasolinera. A mi me gusta crear, voy a seguir haciendo cosas, del tipo que sea y si puedo aquí, en Moralzarzal.
El “vasquito” se ha convertido en el espectacular restaurante vasco Barrenola, donde están hechas las fotografías de la entrevista.
Texto: Juan Fco. Albertos.
Fotos: Juan Carlos Martínez.